lunes, 16 de septiembre de 2013

EXCURSIÓN A VOGAN I

Mi primer baobab, increíble.  
Hace unos días, unos amigos de aquí me invitaron a  acompañarlos en una visita a un poblado a unos 50 Km. de Lomé, estuve dudando si aceptar o no, pero Gloria me  convenció para que fuese con ellos y siempre le estaré agradecida por haberme dado el empujón que me hacía falta, además de darle la razón a sus pronósticos sobre las cosas, los lugares, la gente y los ritos interesantes de que disfrutaríamos.
El viaje en coche fue agradable como siempre que salgo aquí, por el colorido y por lo distinto de todo lo que es habitual para mi, aunque una vez salimos de Lomé la carretera llena de camiones y baches hizo que la cosa fuese un poco incomoda sobre todo para nuestras posaderas, las mías en concreto me estuvieron recordando la excursión durante varios días.
Hicimos un alto en el camino para contemplar de cerca un baobab, cosa que me hizo mucha ilusión, es un árbol majestuoso, que yo solo había visto en los libros y verlo de verdad fué impresionante. No se que edad tendría este ejemplar pero he leído que se han encontrado ejemplares que alcanzaron los 4.000 años.
El suelo de tierra clara iba cambiando de color conforme nos alejábamos de la capital, cuando llegamos a nuestro destino, era de arena rojiza y estábamos en Vogan. A él pertenecía el poblado al que íbamos, acompañando a un amigo de aquí, que en su día de descanso visitaría a su madre y a su hijo de dos años, que resultó ser un niño precioso.
El poblado a donde vive la familia de Diego, que así se llama el amigo, está formado por unas cuatro o cinco casas de adobe rojo igual que el suelo en la que están levantadas y rodeado de vegetación.
Cuando llegamos con el coche sé, que rompimos la tranquilidad y la rutina de sus gentes, por lo  inusual de la visita. Pero pasado el revuelo de la llegada y los saludos, los críos más pequeños siguieron con sus juegos contentos de ser el centro de atención de los forasteros y los mayorcitos cortados por ello.
 Nuestro amigo nos animaba a hacer fotos, porque el sabe que es lo que les gusta a los extranjeros, aún así, a mi me da apuro hacer la primera a alguien sin pedir permiso aunque sean niños. Pero cuando les enseñas la pantalla después del primer disparo y se ven en ella la mayoría por primera vez, las risa y la alegría hacen que la timidez desaparezca por ambas partes y que el número de modelos vaya en aumento queriendo verse también en la pantalla de la cámara y los posados voluntarios desbordan a los fotógrafos.
Cuando se ven en la cámara, se convierten en modelos voluntarios.
Ese día yo hice algunas de las fotos más bonitas de mi estancia en Africa cosa que agradeceré siempre. Nos dejaron fotografiar momentos de su rutida diaria que para nosotros eran algo extraordinario, vimos a los niños felices corriendo tras una rueda o montando una moto de fabricación casera, hecha con palos y cañas atados con hierbas, a una joven cocinando o bañando a su bebé de una forma cómoda, económica y ecológica que quizás nos convendría aprender, por lo que el futuro pueda deparar a nuestro " mundo tal y como lo conocemos". Charlamos con los mayores del poblado y en fin que nos encanto todo aunque sabemos que para ellos fué una invasión de su intimidad en toda regla, en parte consentida, en parte impuesta porque eramos como una de esas excursiones guiadas de "guiris o del inserso" que llegan a cualquier lugar convirtiéndolo todo en improvisado estudio de fotografía, siendo artistas a los dos lados de las cámaras.

El se mosqueó con nuestra invasión, pero encima  tener que bañarse...

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