Anoche salimos a dar un paseo por la playa, mira tu que romántico. Fue una cosa así sin pensar, improvisada, que dicen que esas, son las cosas que salen bien, las que surgen cuando menos te lo esperas, como la liebre esa del dicho.
Yo me puse mis calcetines y mis zapatillas de deporte porque de pensar en la arena húmeda pegada a los pies como que no, no está aquí el tiempo para eso; los que vienen de fuera están vestidos de verano siempre y con chanclas de día y de noche. Les pasa como a los "guiris" que ves en Sevilla con las bermudas y las sandalias (con calcetines si son ingleses) en diciembre o enero. Cuando los lugareños vamos la mar de abrigaditos porque para nosotros: el invierno es el invierno, aunque los de fuera, sean anglosajones o escandinavos, se rían de nuestro invierno. Pues aquí pasa igual los de fuera ligeros de ropa, los autóctonos, cuando menos te lo esperas, tiran de fondo de armario y una rebeca, una sudadera, una chaqueta, un gorro de lana... Cuando le preguntas si no tienen calor, te responden ellos que es invierno... Claro!, que pregunta más tonta!. La otra mañana sin ir más lejos, vamos aquí delante de la puerta de casa muy temprano, iba yo a dar un paseo, bueno paseíto por la orilla (por aquello de la inclinación del terreno, no los doy largos) De momento veo venir a un señor de aquí al lado, del poblado, le doy los buenos días, me saluda el hombre muy simpático, y a continuación os detallo su indumentaria: chanclas, bañador, chaqueta verde botella, como la del Open de Augusta de golf, que le dan al que gana, pues así idéntica y gorro andino de lana de esos de las orejeras incorporadas...que?, como os quedáis? Que tu lo miras por abajo y dices: agosto. Pero lo miras por arriba y dices: noviembre o diciembre...Bueno pues yo aquí, vistiendo sobre todo por la tarde-noche, estoy con los lugareños en eso de la indumentaria.
El caso que salimos a dar un paseo; la parte alta de la arena, la seca y en horizontal, es a donde está nuestra casa, el restaurante de Paco el Ramatou, a continuación un hotel restaurante que se llama cocobeach, otro restaurante que se llama Robinson y más allá otro poblado, como el que tenemos detrás de nuestra casa, por lo que pasear por ahí es imposible porque te chocarías con estas construcciones que están "a côtè de la mere". Así que no hay más remedio que caminar por la parte inclinada y húmeda de la orilla.
Por ahí íbamos Carlos y yo anoche en nuestro improvisado y "romántico" paseo, él con su brazo rodeando mis hombros, yo con mi brazo rodeando su cintura...Ni 25 metros!! Cuando las olas estuvieron a punto de empaparnos los pies, tiramos para arriba huyendo de la orilla para no mojarnos, a la parte más seca de arena, pero más blanda que te cuesta la propia vida avanzar por ella; él que es mucho más alto, utilizándome cual muleta, yo utilizando la trabilla de su pantalón tirando de ella para abajo, que no se la arranqué de milagro. Menos mal que llegamos a un acuerdo de esos tácitos, y nos soltamos para avanzar más y mejor; a mi de momento empezó a sobrarme la sudadera que me había puesto para combatir la brisa marina, vamos que me iba a dar algo, y él que es más caluroso, como los guiris, ya ni te cuento como resoplaba. Así que al llegar a la altura del Cocobeach, nos miramos, llegamos otra vez a un acuerdo de esos sin palabras, y tiramos los dos pal bar del hotel, pensando en lo mismo: una cervecita fresquita porque estábamos secos, como no hacemos ejercicio ninguno...Allá que íbamos tirados para la barra yo floja de risa, porque él iba haciendo el tonto, bueno el naufrago, que encuentra vida y agua después de mucho tiempo solo, y ahí que terminó el paseo romántico a la luz de la luna, por la orilla del mar, él rodeando mis hombros con su brazo, yo rodeando su cintura con el mío... Que anda que no suena bonito...
No hay comentarios:
Publicar un comentario