jueves, 29 de agosto de 2013

LA APUESTA

 A las cinco de la mañana empieza la rutina en Lomé. En los barrios humildes ves a las mujeres dándole un enjabonado a los niños que me recuerdan a mi abuela cuando fregaba el almirez de aquellos dorados que había que restregar enérgicamente para  mantenerlo brillante.  A otras las ves dobladas barriendo el suelo con pequeñas escobas hechas con varas cortas de alguna planta flexible y por barrer barren hasta las carreteras.
 Llevan sobre sus cabezas bultos impresionantes, de cosas para vender porque eso sí, todas  venden algo: verduras de su propia cosecha, pescado fresco o ahumado que preparan ellas, productos de perfumería, el otro día vi a una señora con una palangana enorme que llevaba pasta de dientes de todas las marcas y tamaños, comidas  preparadas en montañas de bolsitas de plástico anudadas, con un liquido lechoso o papilla que chupan como hacíamos nosotros con los flas congelados, así también toma todo el mundo el agua que  compran en bolsas.
 Otras portan sobre sus cabezas todo lo necesario para el puesto que van a montar para vender lo que sea y llevan el taburete la mesita si es pequeña, si es grande se queda en el punto de venta, la vitrina don guardaran los dulces o empanadas y lo que a mi me maravilla es cuando las veo con huevos, si como lo oís montañas de huevos con un equilíbrio que ríete tú de los del circo del sol.
 Carlos se picó un poco el día que se lo dije porque dice él que los huevos son cocidos, como si por eso ya fuese tarea fácil y pienso yo que lo que cambia es el resultado en caso de que cayeran al suelo.Nosotros esque somos muy de discutir sobre temas importantes. No obstante él empezó a practicar ese día. Pero claro comenzó por cosas fáciles, que no pesan, papel de cocina, papel higiénico y cosas así. Luego ya se fué animando y probó con seres vivos, una langosta de las que acababa de comprar ese día. Pero yo seguía defendiendo a esas mujeres trabajadoras a muerte. El seguía pensando que el las podía igualar, claro, a pie parado, no como ellas que van caminando y la mayoría con el niño a la espalda. Empezó a ensayar en movimiento y me retó. Vamos que hicimos una apuesta, se apostó conmigo 10.000 cefas, que es como llaman aquí a los francos, A que iba con un cesto en la cabeza, uno que compré yo muy mono porque a mi las cosas hechas a mano me encantan.  Nos apostamos esa cantidad, a que iba con el cesto en la cabeza desde la entrada de la casa, al fondo del salón, que es lo más largo que se puede recorrer en nuestra vivienda. Yo pensé que el cesto era tan ligero que no iba a poder mantenerlo en equilibrio, no pesaba nada.
 Perdí la apuesta, recorrió la distancia acordada pero con el cesto bocabajo metido en la cabeza.
      Una que tiene muy poca maldad y él que es más tramposooo!
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2 comentarios:

  1. Jajaja que me rio con esta foto de papa...

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    1. Reirte cuando veas el book completo de ese día que no tiene desperdicio, se fue quitando prendas... mientras yo hacía el reportaje.

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