Otro domingo más, nuestro día de descanso, bueno de Carlos. Así que salimos a dar una vuelta cámara en ristre a ver que nos depara el día. Primero vamos al supermercado a comprar algunas cosillas para la semana, por aquello de no perder nuestra identidad de consumidores natos.
Después tomamos una cervecita. Hay costumbres que se mantienen vayamos a donde vayamos. La tomamos en un bar que queda cerca del supermercado rodeado de coloridos puestos de frutas. Nos atiende una muchacha muy simpática y nos trae de momento las dos cervezas con tapa. Vosotros diréis que detalle ... Pues no aquí la tapa es literal, un trozo de plástico o madera indistintamente, para cubrir la cerveza y evitar así que en ella caigan moscas. Que entonces si que sería con tapa y literal.
Nos sentamos bajo un dibujo en la pared de un señor con pinta de tirolés sonriente y abrigado para estas latitudes.
Con su chaqueta verde sus tirantes y su sombrero con pluma y todo que pegaba en el entorno lo mismo que nosotros, osea nada. Luego pensé yo que claro a la gente de aquí eso debe de resultarle exótico. Pasamos un rato agradable, embobados con la gente que pasaba los que vendían los que compraban los que entraban y salían del bar... En fin lo que es viendo pasar la vida, entre el señor de Bavaria y el colorido del trópico.
El resto del día hicimos lo mismo pero en el Ramatou, el restaurante de nuestro amigo Paco que los domingos está muy ambientado y "a cotê de la mer". Expresión que Carlos repite mucho desde que la aprendió: El trabaja "a cotê de la mer" en el puerto. Nuestra casita está "a cotê de la mer" en la playa y en fin que nuestra vida transcurre "a cotê de la mer" y el día que salga el sol se vayan estas ventoleras y se lleven estos nublados vamos a estar estupendamente "a cotê de la mer".
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